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24 septiembre, 2024

Cuerpos frágiles

Hay tantos cuerpos frágiles. El viento bota una maceta y las hojas se rompen. El ala fracturada de un pollito que lleva vivo un día. Una hormiga arrasada por una mano que limpia la cocina. El raspón en la frente al caer. Tu cuerpo en el agua caliente por primera vez. Mi cuerpo llorando al terminar “Ángeles derrotados”.

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Mi relación con su cuerpo ha tocado todos los ámbitos. Sueño despierta con él. Sueño dormida con él. He tomado el desayuno con él. Lo conozco de pies a cabeza. Llevo más de veinte años deambulando cerca, flotando cerca, viviendo cerca. No crean, a veces me siento tonta.

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Nadie se salva. Siempre encontramos ese detalle de nuestro cuerpo que no nos gusta. Unos ojos muy pequeños. Demasiadas pecas.  Las pantorrillas muy delgadas. En un día con suerte logramos olvidarnos y existimos disociadamente del cuerpo. Escribimos correos, atendemos llamadas telefónicas, compramos verduras, cruzamos la calle a toda prisa. Pero cuando volvemos a casa, es probable que recordemos ese silencio que anticipa los pensamientos negativos, vuelvo a ser yo frente al espejo. ¿Por qué para algunas almas es más corto el camino de quererse que para otras? En una serie en Netflix que ví recientemente, la experta asegura que se deben nombrar las partes de nuestro cuerpo que nos gustan, una y otra vez, como si fuera una fotografía inamovible en la memoria que debe servirnos de amuleto.

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Un cuerpo femenino y pequeño está sentado junto a la mesa. A este cuerpo se le obliga a ponerse de pie con la cabeza baja. Se le ordena ir a la sala, mover el sillón a un lado donde aparece una comida fría, ya no en el plato si no en el suelo. Se le ordena arrodillarse, colocar sus manos detrás, en la espalda, como esposada, se le obliga a comer de la comida fría con pelos, lágrimas y polvo directamente con la boca. El cuerpo que da las órdenes tiene un secreto.

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Mi ritmo de vivir la vida. Cargo energía, fluye dentro de mí en círculos grandes. Útero. Sigo cargando energía en las caderas. Sequedad. Sigo cargando energía hasta el pecho. Palpitaciones. Corazón acelerado. Sigo cargando energía hasta la cabeza. Estoy perdiendo pelo, lo dejo caer al suelo. Me aparecieron manchitas en la piel. Demasiada bulla exterior. Me obligan a replantearme lo que soy, intento tomar distancia pero insisten, un prejuicio por la derecha, otro prejuicio por la izquierda.

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Mi mamá me ha contado ya en varias ocasiones cómo su mamá nunca la abrazaba, nunca una señal amorosa, nunca una cercanía corporal. Una única vez le rozó la frente con cariño. Fue tan rápido que podría no ser cierto. Una vez también le rocé la frente, a mi abuela, cuando recostó su cabeza en mis muslos y agonizaba. Íbamos en el asiento trasero del carro de mi papá. Mi papá manejaba, mi mamá silenciaba. Mi abuela se había quedado varios días en nuestra casa, pero esa tarde pidió que la lleváramos donde mi tía.

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