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24 septiembre, 2024

Interocepción

Cuando me embaracé y empecé a sentir miedo del parto, mi mamá me dijo: “Tu cuerpo no te va a dar un dolor que no podás soportar”. Me hizo cómplice de mi cuerpo, me hizo confiar en él en un ámbito tan particular como el dolor. Algo de lo que siempre quise huir, ahora lo veía con otros ojos. Es una suerte que no pensara en nada más, es una suerte que la ausencia en mi mente de todas esas historias de partos que salen mal, de mujeres que se desangran hasta morir, me consolara ante la inminencia. No tenía escapatoria.

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Tengo el útero más hacia la derecha. ¿Cómo se alteraría la percepción de mí misma si pudiera verme por dentro? A esto se le llama interocepción: es un sentido menos conocido que ayuda a entender y sentir lo que sucede dentro del cuerpo de una.

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Tápese que los doctores la están viendo: me dijo la enfermera en el hospital mientras estuve internada por presión alta, con 8 meses de embarazo. Tenía una alergia brava en todo el cuerpo, como piquetes de mosquito. Lo único que me aliviaba era pasarme algodón con alcohol por las piernas, cada 10 minutos. Y por supuesto, tener las piernas destapadas. Me habían dicho que como mi hija y yo teníamos diferentes tipos de sangre (yo soy o+ y ella es b+), mi cuerpo la estaba rechazando.

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Amamanté durante 3 meses. Me costó mucho producir leche. Mi mamá me decía que no me desviviera por eso. Mi cuerpo podía ser casa pero no alimento. Me sentía frustrada. Mala madre. Menos mujer. Jazmina Barrera parafrasea a Adrienne Rich cuando compara el acto de amamantar con el acto sexual. Mi incapacidad de generar esa comparación me impidió producir leche, intuyo.

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Mi hija, durante mi embarazo, pasó de ser bebé a ser alien y luego a ser bebé de nuevo. Mi embarazo no fue deseado. Además de la angustia y del estrés que este accidente representaba para mí, había algo en mí que me gustaba: el hecho de que mi cuerpo, por primera vez, era una casa, un refugio. Luego de varios meses, el alien dejó de serlo y se convirtió en mi bebé. Ya la conocía, ya intuía que era una niña, sentí su fuerza, su tranquilidad, su compañía. Supe lo que es tener una comunicación sanguínea con otro ser.

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En un libro de Jazmina Barrera leo: “los pasantes aman los tactos”.*

*Linia negra

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