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29 septiembre, 2024

Cuerpo rojo

El contacto del propio cuerpo con el mundo exterior es de color rojo. Quema. Arde. Te golpea. Te zarandea. Te violenta. Pero también existe su contrario. El aire es lo propio, forma parte del cuerpo. El sol también.

Equilibrio

Los dedos de los pies deben separarse, anclarse como barcos o como raíces. El arco del pie debe sentirse como una estatua. La pantorrilla de concreto, el muslo como un rascacielos. Y sin embargo eso no funciona. Lo que funciona es una varilla imaginaria que atraviesa el cuerpo, movida por el viento, como si unas manos le dieran pequeños golpes aquí y allá para mantenerlo en balance, 360 grados de sutileza y organicidad. La física del cuerpo.

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El suelo es la cima


Medir el dolor


Matemático: Del 1 al 10, ¿qué tanto te duele?

Cinematográfico: ¿Se parece más a una escena a blanco y negro? ¿O es más como un videoclip?

Óptico: ¿Tu dolor es más de color anaranjado o más como un rojo?

Geográfico: ¿Es focalizado o expansivo?

Rítmico: ¿Es constante o intermitente?

Histórico: ¿Sabés qué lo provoca? ¿Es un dolor nuevo? ¿Es un viejo conocido?

Temperamental: ¿Es cruel, cínico o generoso?


Medir el dolor es algo cotidiano.

¿Qué hacemos cuando el dolor es silencioso?

¿Y qué hacemos cuando el dolor es placentero?





Cavidades internas

Una masa corporal que crece dentro de otra masa corporal altera su estructura interna. Tengo secuelas. Mi eje se desplazó hacia la derecha. Mi útero hacia la derecha. Mi ombligo desplazado hacia la izquierda. Como caminar torcida. Mi cuerpo como una “S”. Prefiero la posición fetal de mi lado izquierdo. Si me acuesto sobre mi lado derecho no duermo, tengo la sensación grave de caerme de la cama, de que mis órganos lentamente atravesarán mi piel, las sábanas, el colchón, la base de madera de la cama y de que en la mañana tendré que recoger todo en una bolsa.

*

Hoy volví a descartar algunas hipótesis, dejé que me empujaras con fuerza, dejé las medias en medio del pasillo. Agradecida me torcí como un vestido viejo. Hubo niebla lenta oscilando en la puerta, el pasado siempre flexible me perdona, me absuelve. No hay nada de malo en arrodillarse y pedir tu lado de la cama.



Síndrome

Frecuentemente siento una araña en mi pierna derecha, aguda, ceñida en un único punto. Pero a veces es más como un gusano, rítmicamente subterráneo, desplazándose macabro por venas, rojo como la sangre, lento como el insomnio de madrugada.

Este fenómeno se llama “Síndrome de piernas inquietas”. Puede ser tan intenso que a veces fantaseo con arrancarlas de un tirón. Está bien, es un deseo violento. Reformulo mis cálculos cerebrales. En esos momentos de desesperación me las imagino entonces como prótesis que me puedo quitar y poner a mi gusto. Pero acá están, pesadas, cosquilleando, insoportables. Mi única defensa es poner el mundo al revés. Las elevo contra la pared, la sangre se invierte, la gravedad las devora.